Por Hugo Freyre
¿Hacia donde
vamos sin un plan económico definido? Entre diversas opiniones sobre que hacer
con la tasa de interés, la que prevaleció fue la de un camino gradual hacia la
baja, mientras que la inflación no cede y el dolár se acomoda en una zona de
confort, con alguna que otra intervención del Central.
Se viene un
2018 que promete crecimiento nuevamente, cortando la mala racha en un año no
eleccionario. Por otro lado, Brasil se levanta, nuestro principal socio
comercial, y no es una señal menor a tener en cuenta. Mientras que EEUU se
vuelve más proteccionista imponiendo, por ejemplo, aranceles al acero, que momentáneamente
quedaron suspendidos.

Por otro
lado, el país se levantó del piso y comenzó a caminar lentamente. Las
velocidades que maneja la macro no son las mismas que maneja la política,
entonces, la paciencia y la consistencia se muestran como dos virtudes que los
argentinos debemos empezar a experimentar. Un claro ejemplo en este punto lo
muestra el replanteo de las metas de inflación, aprobando el presupuesto con un
número, y comunicando a los pocos días un recalculo de dicho número. Ansiedad
mata credibilidad. Una verdadera bala a la confianza, cuestión tan
importante a la hora de manejar expectativas.
Un país serio requiere de varios años, y
décadas para reconstruirse. No se puede pretender que en poco tiempo todo se
solucione, y desde el lado comunicacional, no se puede confundir en este
sentido. El final no debe ser desde donde partimos, es decir, no podemos
repetir un default y además aplaudirlo. Es por ello, que hay que tener especial
atención a la toma de deuda y su sustentabilidad, es decir, cuanto tenemos que
crecer para poder pagarla. En un contexto internacional donde EEUU comienza a
subir la tasa, lo cual produce un encarecimiento en cuanto a la deuda, nos
permite visualizar que ante una política de financiamiento del déficit primario,
por otro lado se ensancha el financiero. No es nada sencillo, en un juego de
sabanas cortas, gestionar los recursos. Si ponemos en un lado, sacamos del
otro, y esto genera distorsiones. Hasta que no se solucione el problema madre,
seguiremos surfeando las crisis. Un año le pasaremos por el costado, pero al
siguiente correremos el riesgo que la ola nos tape por encima.
Para que el
final no sea el lugar desde el cual partimos, con sus consecuencias conocidas,
debe definirse un plan y un rumbo a tomar, dando previsibilidad y poniendo
mucha fuerza en la comunicación, proponiendo soluciones a las distorsiones e
informando con claridad cada medida que se toma. Por ejemplo, definir el rumbo
de la tasa de interés, el dólar y la intervención cambiaria, manejo de la toma
de deuda y su consecuente posibilidad de repago, entre otras cuestiones.
Un plan para
terminar de definir el rumbo y disipar las dudas. Un plan para no chocar de
frente el país. Un plan para que el final sea distinto con respecto a nuestros
sucesivos puntos de partida, tomando a estos como cada ocasión en la cual
tocamos fondo.
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