Por Huguito Freyre y Pablo Horn
En este artículo nos vamos a concentrar en la economía desde su costado racional, o no tan racional. Todos los activos de tu propiedad (tu casa, auto, bicicleta, el libro que te regaló tu abuela) tienen un valor de intercambio. Sin embargo, el valor que le asignas vos puede ser muy distinto al que le asigna el mercado. Veamos porque se da este fenómeno.
Por el lado de las inversiones, este efecto puede encontrarse en la estrella de todos los argentinos, esa luz que seguimos cada vez que escuchamos en la tele que se viene una crisis. Con el cuchillo hacemos un tajo en el colchón, sacamos los pesos, corremos al banco y compramos dólares. Y te sentís “el lobo de Wall Street” con la inversión que acabas de realizar. Vas a la peña y le contás a tus amigos la inversión que hiciste: “compre a 15 y ahora está a 16”. Y siempre alguien te tiene que amargar la fiesta. Tu amigo te comenta que compró bonos provinciales y gano mucho más que vos, y además tiene planeado después de las elecciones volcarse al dólar donde aprovechará el efecto de la devaluación. Y ahí te das cuenta que asignaste un valor mucho mayor a tu activo del que verdaderamente tenía. Pero por otro lado, también puede que tu perfil sea altamente conservador y quizás ese valor radica en la seguridad de tus ahorros y saber que “el verde no te va a fallar, pero el peso sí puede fallarte”.
Entonces, siempre tenes que tener presente el concepto de costo de oportunidad y tu aversion al riesgo. ¿Y qué es esto? Básicamente la primera es aquella opción que te perdes por elegir otra determinada opción. ¿Más claro? Te perdiste invertir en bonos provinciales por invertir en dólares. La segunda, las personas tienen una diferente aversión al riesgo, no todas están dispuestas a arriesgarse de la misma forma en el mercado. Algunas son capaces de soportar fluctuaciones que les pueden producir pérdidas en determinados momentos, otras no.
Además, sucede no queremos perder ni a las cartas. Por ello, nos frustramos más cuando nuestra acción se viene en picada respecto a si compramos o no un determinado bono y se va a las nubes. En otras palabras, no nos importa tanto dejar pasar una oportunidad de ganancia, como sí perder.
Un poco en esto tiene que ver la falta de educación financiera. Otro, la desconfianza en el sistema económico. La gente tiene miedo a invertir. No se lo que va a pasar con Trump, la economía no arranca, la inflación no desacelera, a mi dejame con el plazo fijo. Error. Salí de la zona de confort del plazo fijo o el dólar. Hay otras opciones, rentables e interesantes. Con el plazo fijo te sentís seguro, el riesgo es poco, pero te aviso que arrancas perdiendo con la inflación. En el caso del dólar atrasado también. Si tu perfil es conservador, podes orientarte a los bonos en dólares, letras del tesoro y/o fondos comunes de inversión. Si sos mas agresivo, podes combinar aquellas opciones con compra de acciones en sectores con expectativas de crecimiento.
Para concluir, entonces, dos puntos. El primero es que la oferta y la demanda por sí solas no nos marcan el valor de un bien. Por el otro, el apego a tus activos te puede hace perder oportunidades. El tren no pasa una sola vez, sino que lo hace seguido, más en nuestro país.
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