Final de la copa del mundo
en Brasil. El momento esperado y soñado por todos los argentinos. La familia,
los amigos y todo el barrio delante del televisor y los miles de argentinos en
las playas de Río. La recibe el Pipita Higuain y la mete adentro del arco.
Explota todo y poco después nos ahogamos ese grito.
Ante todo, la inflación es
el aumento sostenido y generalizado de los precios en una economía en un
período determinado Después de esta triste introducción intentaremos establecer
una relación entre la inflación de ambos países y lo emocional. Si señores, no hay que olvidar que somos seres humanos
antes que seres económicos y nuestra cultura y el gen argentino nos condiciona
a la hora de tomar decisiones. ¿Porque si nos remontamos años atrás hubo
por lo menos 15 de ellos con una inflación superior al 50%?; ¿Cuál es la causa
que el gráfico inflacionario sea una mezcla de agudos y graves en términos
musicales?; ¿Por qué este fenómeno no se da en forma tan vertiginosa en países
como Alemania y que tiene que ver esto con las emociones?.
Veamos. Como sabemos, somos
seres emocionales, es decir, ante diferentes contextos reaccionamos de diversas
formas. Centrándonos en el ámbito económico, ante una crisis los argentinos nos
refugiamos en el dólar por la pérdida de confianza para con nuestra moneda.
Pues bien, si el Banco Central tiene las reservas necesarias para hacer frente
a esta demanda todo estará medianamente bien. ¿Qué ocurre de lo contrario? Cepo
cambiario (poner un parche a una bomba que en algún momento estallara…). Y si
no hay cepo, devaluación. La tan temida devaluación, muchos pesos circulando y
escasos billetes verdes. Esa devaluación
se traslada a precios afectando en forma directa el salario real, ¿Por qué?
Porque el sector empresario inmediatamente cierra sus comercios en orden a
tantear el panorama y remarcar precios. Todo este proceso vertiginoso se da a las corridas,
corro al banco a comprar dólares, corro a aumentar los precios y como consumidor
corro a comprar a los comercios.
La sociedad argentina no
está acostumbrada a tomarse las cosas con calma, ya que nacemos y crecemos
enmarcados en planes a corto plazo. Nos encontramos automatizados a la hora de
enfrentar las crisis, ya que sabremos que ocurrirán, incluso pensando los
nombres que llevarán.
La ansiedad por lo que
vendrá, el enojo con el gobierno de turno, la desconfianza con el futuro
económico mirando nuestro pasado son algunas de los sentimientos que manejamos.
¿Ustedes quieren decir que si tuviéramos la frialdad de los alemanes no
tendríamos inflación? Para nada, o “para un poco”. Para un poco porque como vemos, parte culpa de que no hay un plan a
largo plazo y parte de cómo somos son los fenómenos económicos que nos suceden.
La macroeconomía es el estudio de los grandes agregados económicos y nos
estudia en conjunto. El hombre racional que estudiamos en la
facultad no existe, por lo menos en nuestro país. No estamos locos,
pero vivimos en un país en el cual el que no corre vuela, y por ello aprender a
vivir con inflación no es una cuestión que nos parezca extraña, aunque
claramente sea un impuesto sin legislación y fundamentalmente un arma letal
para los sectores más vulnerables.
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