Sin lugar a dudas, y como lo
hemos analizado en artículos anteriores, el sistema capitalista dio como uno de
sus resultados innegables la concentración de la riqueza en pocas manos.
En nuestra región, América
Latina, la misma se acentúa cada vez más. ¿Hay alguna forma de lograr quebrar
esta tendencia? Es para destacar que en
el largo plazo (y no tan largo, ya que cuando se habla de porcentajes de pobreza
estamos hablando de PERSONAS) es imprescindible resolver este problema. Sin
embargo, si las riquezas se encuentran tan concentradas y las decisiones de
unos pocos influyen en el destino de muchos otros, la cuestión se hace difícil.
Cuando hablamos de
distribución de la riqueza, es importante reconocer que hay que agrandar esa
torta llamada Producto Bruto Nacional en orden a favorecer a los sectores menos
pudientes de la sociedad. El Estado, a través de sus políticas públicas, es el
mecanismo por el cual esa gran masa de dinero que genera un país llega a toda
la sociedad (sería como el 5 en un equipo de fútbol, encargado de generar juego
y distribuir la pelota). Tal cual como quedó demostrado en la década de los 90,
la conocida teoría del derrame es totalmente invalida y contraproducente para
el bienestar colectivo, ya que la acumulación es una bola que favorece a aquellos
poseedores de capital, quienes conducidos por su insaciable avaricia dejan
fuera del sistema a los más desprotegidos.
Cuando hablamos de capital,
hacemos mención tanto al físico como ser dinero, compañías, propiedades, acciones,
etc. como el intelectual. En relación a la Argentina, es importante reconocer
que la educación es gratuita, siendo las universidades argentinas formidables
centros de formación con recursos humanos altamente capacitados. Sin embargo,
la gratuidad es un tema discutible, ya que una persona que se encuentra en los
niveles más bajos en la escala de ingresos muy difícilmente pueda acceder a una
casa de altos estudios, ya que en muchas ocasiones deben priorizar el trabajo
como medio de subsistencia. De esta forma, nos encontramos con un determinante
a vencer, como ser la inclusión de más personas en el ámbito educativo como una
estrategia para generar valor agregado en recursos humanos de nuestro país, y como un método para reducir la desigualdad económica y social que genera no poder
acceder a un título que otorgue mejores oportunidades a la hora de salir al
mercado laboral. Si la educación es gratuita pero poca gente accede a ella,
algo está fallando. De hecho, lo gratuito se termina convirtiendo en algo
extremadamente caro para el futuro de un país.
Por otro lado, en la
Argentina se impone la necesidad de reordenar, rever y modificar el sistema
tributario. No puede ser que el IVA, un tributo totalmente regresivo siga
existiendo y no se graven a otros sectores con mayores ingresos, como lo son el
juego y la renta financiera (sin lugar a dudas son sectores que tienen un alto
poder de lobby, un poco lo que
hablamos al inicio del artículo, personas que se juntan y toman decisiones
buscando su propio beneficio). Es en ese momento en que el Estado debe ponerse
la camiseta al hombro y liderar a su equipo. Incluso, se podría pensar en
acentuar la implementación del impuesto a la herencia que ya existe en nuestro
país, ya que la transmisión de riquezas intergeneracional es otro factor que
agrava el determinante de distintas oportunidades para todos (alguno pensara
que injusto sería que me saquen lo que tanto me costó formar en años y años de
trabajo, sin embargo, es importante pensar que en una sociedad justa el
sacrificio es colectivo).
Otro tema que acentúa la
concentración es la formación de monopolios. ¿Habrá alguna forma de evitar que
se logren constituir estos conglomerados económicos de poder? Es simple, una
empresa comienza a tener ganancias considerables y para eliminar a su
competencia, en lugar de hacer mejores productos, directamente la compra o hace
dumping (competencia desleal que se
da por vender a precios por debajo del costo, tan bajos que se torna imposible de competir) y ahí comienza ese entramado de relaciones que hacen cada vez más
voluptuosa su estructura organizacional. Luego, las mismas, con su poder pueden
llegar a convertirse en formadoras de precios, ya que un único oferente para
tantos demandantes las coloca en una posición sumamente ventajosa. Es aquí
donde debe luchar el Estado con sus medios para que no se formen estos “hijos”
del capitalismo.
Además, muchas veces estas
grandes empresas son las que están detrás y financian partidos políticos para
que lleguen al poder, por lo tanto terminan teniendo más poder que el mismísimo
Estado. Entonces, ¿hasta qué punto el Estado como tal puede ponerse la camiseta
al hombro para luchar contra la desigualdad? Lamentablemente la puja o acuerdos de intereses
entre los privados mas poderosos y el Estado termina siendo el factor condicionante. Si ninguno tentara al otro con "arreglos", la corrupción no existiría.
Finalmente es importante
cambiar el concepto Gasto Social por el de Inversión social si queremos
combatir la desigualdad. No solo inversión educativa en la INCLUSION Y ACCESO
como motor, sino también inversión en créditos para las Pymes reconociéndole su
rol protagónico en la economía como generadoras de empleo y de esta torta
llamada PBI. El fomento y desarrollo de las Pymes es valor agregado puramente genuino
y una excelente forma para frenar a los monopolios. Un sistema tributario progresivo sumado a
políticas públicas que promulguen el federalismo (no olvidar que no solo Buenos
Aires es Argentina, sino que muchas provincias existen y necesitan urgentemente
solucionar la pobreza) pueden ser herramientas que comiencen a colaborar en
este proceso anti-concentración y pro - distribución.
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