Por Hugo Freyre
“En la
economía argentina, el largo plazo no existe” Juan Carlos Pugliese
Luego del cisne
negro que significo el resultado de las PASO para el oficialismo (si no leíste
el artículo anterior, te invito a que lo hagas luego), y el cimbronazo que esto
produjo en los principales referentes del Frente de Todos, comenzaron los
movimientos de piezas para tratar de dar vuelta el resultado en las generales
de noviembre. En este esquema, como en la serie “gambito de dama”, comenzó el
juego de ajedrez, donde se puede empezar a visualizar la estrategia
oficialista, con una intención de radicalizar el rumbo de gestión, con algunos
nombres de peso y del riñón del kirchnerismo, los cuales llegan para ocupar
lugares claves en el gabinete presidencial.
En este sentido,
en este artículo intentare abordar, tomando como nombre del mismo aquel
conocido plan del gobierno de Alfonsín, los principales lineamientos que se
dejan entrever de cara hacia “el partido por los puntos de Noviembre”. Como
conclusión, podemos aproximar al debate el hecho de que el corto plazo
siempre triunfa en nuestro país por sobre el mediano y el largo plazo. En
este esquema, la mirada siempre se encuentra puesta en como triunfar en la
próxima elección, en contrapartida de pensar un modelo de país que sea
sustentable en el largo plazo. Las discusiones de políticas sobre cómo encarar
reformas que incrementen la productividad, generen puestos genuinos de trabajo
y sean propicias para encarar una política de formación de capital endógeno,
así como también sobre la manera de coordinar una agroindustria que siempre
provee los dólares que escasean en el Banco Central con una política industrial
pujante y homogénea, se encuentran ausentes en la agenda.
La
estrategia económica hacia noviembre: recuperar el poder adquisitivo . De esta forma se empieza a visualizar como planea
encarar el tránsito hacia las próximas elecciones el proyecto oficialista. En
este marco, todos los cañones apuntan a recuperar el poder adquisitivo de la
sociedad, con vistas a que un incremento del consumo y una sensación de bienestar,
que si la analizamos en el mediano plazo, siempre a posteriori es efímera en el
tiempo, se pueda traducir en votos que amortigüen la derrota. Como se analizó
en el artículo anterior, el verdadero cisne negro de la elección fue la
posibilidad de perder el quorum en la Cámara de Senadores. En este esquema,
recuperar votos indecisos y “enamorar” a los votantes que no asistieron en las
PASO, con una mejora en los ingresos, parece ser la “jugada” hacia las
generales. Todo esto, claro está, en el marco del “poroteo” del Congreso, el
cual tiene que traducirse en números de bancas que permita lograr las mayorías
en el Parlamento.
Ahora bien, abro
un paréntesis en el análisis. Volcar pesos en la calle, mediante emisión
monetaria, sin una contrapartida de aumento en la producción, siempre termina
en mayor inflación. Como la misma históricamente tiene un efecto de rezago en
el tiempo, es decir, no sufre un incremento sustancial de un día al otro,
quizás el poder adquisitivo crezca antes del “14 N”. En este sentido, sería
como encontrarse con un oasis en el desierto. La contrapartida a esto, sería lanzar
un shock de oferta, mediante medidas que tiendan a incrementar la producción.
La cuestión relevante en el análisis, y lo que
cualquier ciudadano debería preguntarse es ¿Y después del 14 N que pasa? Nadie,
a ciencia cierta, tiene la respuesta. Sin embargo, pueden inferirse ciertos
destinos de estos pesos. La mayoría de ellos irán a consumo, otros meterán
presión al dólar. Lo que demuestra la historia, y hay que tener presente, es
que estos shocks de consumo solo sirven a los fines electorales y tienen efectos
en el corto plazo, como una inyección a un paciente, el cual si no cuenta con
un diagnóstico y un tratamiento adecuado, le servirá de poco para su salud.
El Plan Primavera. Luego de todo este análisis, el Plan Primavera versión 2021, sin intentar hacer un paralelismo con aquel Plan del gobierno de Alfonsín, y al solo efecto de utilizar su nombre, parece cimentarse sobre un incremento de los ingresos, los cuales deben superar a la inflación, en orden a reactivar el consumo. Todo esto, se construye además, sobre cambios de nombres en el gabinete. Es decir, la política y la economía se conjugan con vistas de armar una estrategia que seduzca al electorado, el cual dio un mensaje contundente en las urnas. Y también sirve para entender, que tanto la política como la economía no pueden trabajar de forma separada, sino que el plan económico que nuestro país necesita debe ir acompañado de un sustento política basado en el consenso de los principales espacios.
La respuesta siempre es del soberano, y la forma que tiene para expresarse es el voto. No podemos circunscribir el análisis electoral a los aspectos estrictamente económicos, ya que existen diversos temas, como la cuestión sanitaria, laboral y judicial, entre otros, que también tienen su peso propio en la cabeza del votante. Sin embargo, el “plan primavera”, en su versión de elecciones de medio término, se pondrá en marcha. Veremos si la apuesta del oficialismo alcanza para revertir o amortiguar los efectos del mensaje electoral de las PASO.
Mientras
tanto, el corto plazo sigue triunfando por sobre el largo plazo. Y esta es una
cuestión relevante y una deuda pendiente de nuestra nación, la cual es
necesario poner en la mesa de debate si se pretende construir un país
verdaderamente sustentable, con crecimiento y mayores oportunidades para todos
los ciudadanos.
De otra
manera, seguiremos nadando en un río de inestabilidad y tratando se surfear la
volatilidad.
Imágenes:
3)
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