Por Hugo Freyre.
“La vida es
tan buena maestra, que si no aprendes la lección te la repite”.
Ante la nueva
medida tomada por el Gobierno Nacional de prohibir la exportación de siete
cortes de carne hasta el 2023, en estos párrafos intentaré delinear una opinión
cimentada sobre la base de un diagnóstico distinto al que parecen tener las
autoridades nacionales, en orden a mirar los resultados obtenidos hace tan solo
unos años atrás. La misma se toma fundamentalmente con el propósito de atenuar
el impacto en los precios internos de estos cortes. Sin embargo, no hace mucho
tiempo atrás, precisamente en 2006, se tomó una medida de este estilo apuntando
a solucionar el mismo problema, llegando a resultados distintos de los
buscados, como son, entre otros, la pérdida de cabezas de ganados y cierre de
frigoríficos.
En este
sentido, y a lo que mi reflexión atañe, es que me pregunto: Si se busca bajar
el precio de los alimentos, en particular la carne, ¿esta es la política pública
necesaria para encarar dicho proceso?; Si contamos con datos “frescos” en el
tiempo de los resultados obtenidos al aplicar la citada medida, me cabe hacerme
también la siguiente pregunta ¿Estaremos tropezando dos veces con la misma
piedra?
En este
sentido, al contar con un país con recursos naturales y climas diversos, tenemos
el potencial para exportar alimentos, esa “bendición de exportar alimentos”. En
este marco, es donde es necesario brindarle previsibilidad, reglas claras e
incentivos al sector agroindustrial en pos de explotar ese potencial. Es
imprescindible trabajar en toda la cadena de valor, llegando a los pequeños
productores y teniendo como premisa básica el valor agregado. La generación de
riqueza y la obtención de divisas, dos cuestiones primordiales para encaminarse
hacia el desarrollo, deben ponerse como objetivos en un marco político y económico
integral, holístico y que ataque los problemas estructurales de Argentina de
una vez por todas, sin repetir medidas aisladas que no llegan a los objetivos
de política económica buscados.
La sociedad
requiere soluciones nuevas a problemas viejos. Por ello, parece increíble, que
por diversas cuestiones que no me competen y exceden mi análisis, sigamos
tropezando con la misma piedra. El estímulo a las exportaciones es una pieza
clave para el crecimiento y desarrollo de una nación. Es por ello que es vital
estimular dicha variable, en contrapartida de imponer prohibiciones con la
finalidad de solucionar problemas económicos que son producto de errores
acumulados en forma interna.
Una vez más,
esa Argentina que mira para afuera buscando las causas de sus problemas, y no
observando las políticas públicas internas que se vienen llevando adelante sin
resultados concretos. Uno de los insumos más importantes para tomar medidas son
los datos, y con ello, la experiencia de políticas adoptadas en el pasado de
los cuales se desprenden los mismos. Si algo no funcionó, en el sentido de no
solucionar el problema de fondo que se busca atacar, la razón y el sentido
común indica no ir por el mismo camino, ya que obtendrás resultados similares.
La inflación,
por definición, es el aumento sostenido y generalizado de los precios de una
economía en un período de tiempo determinado. Querer atacar un problema de tal
dimensión con medidas aisladas o que no tuvieron resultados efectivos en el pasado
repercute de manera directa en la sustentabilidad de un horizonte de
estabilidad en el largo plazo, cuestión crucial para la inversión y generación
de empleo genuino que tanto necesita nuestro país.
Precisamos
acertar en el diagnóstico, generar masa crítica para lograr creatividad en las
propuestas y una implementación eficaz y eficiente de las políticas públicas
diseñadas en este sentido. De esta manera, no seguiremos tropezando con la
misma piedra y buscaremos caminos alternativos que nos lleven a un sendero de
crecimiento y desarrollo.
Imágenes:
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